Salam aleikum, Ydafe. Su majestad habla con un acento más canario que el gofio. ¿Por casualidad es de origen canario?
Pues sí, señor. Mi padre era pastor. De Garafía, en La Palma, y muy pobre, como todos allí. Por eso tenía muy pocas cabras... Y eso le daba mucho tiempo pa’ él. Le gustaba el salto del pastor... y, como practicaba mucho, llegó a ser campeón del mundo. Tal vez por eso mi madre “le echó el ojo”.
Siendo rey, con un padre pobre, su madre debía proceder de una Casa Real...
Pues sí. Mi madre era princesa persa de Ecbatana (hoy Hamadán), reino del pueblo de los Seleuquides. No tengo idea de cómo se conocieron. Y tampoco me enseñaron mucho durante mi infancia. Pienso que, en parte, pudiera ser por eso que fracasó mi viaje a Belén cuando apenas tenía 20 años.
Hablando de eso, cuéntenos: ¿cómo surgió el viaje de los cuatro Reyes Magos?
Bueno... como era habitual, los reyes de la región nos reunimos cada día 11 de noviembre en una cueva de té, parecida a las bodegas canarias.. y vimos aquella estrella. Decidimos, por diversión, seguirla... y, en la misma noche, ¡p’alante! O sea, ellos, yo no. A mí se me retrasó la salida un poco...
Entonces... ¿Cómo fue la cosa? ¿Se le complicó la salida?
¡Claro! Los otros tres cabrones gandules siempre tenían sus camellos y sillas a tope y en condiciones. Yo tuve que encargar a mi sillero, que era de Las Tricias, que me arreglara las correas de la silla y me pusiera una alfombra de esas acolchadas, porque tenía la cintura jodida – cosas de saltar por un barranco de arena imitando a mi padre –... El sillero me dijo que lo iba a preparar “para mañana”. Pues... por 15 días me dió esa misma respuesta. ¿¿Tú te crees??
Por eso llegué tarde a Belén. También es verdad que me perdí en el desierto unas cuantas veces... Y luego, cuando llegué a buscar los aparejos, que al final también tuve que ir a buscarlos yo, el cabroncete del sillero me invitó a la bodega, y, entre que el vino estaba bueno, que después llegó otro de la costa con ron bueno... pues al final yo también dije “mañana salgo” durante 15 días... Así llegué creo que un mes tarde... ¡O más! Y por eso no salí en la foto del nacimiento, pero estuve allí (nos muestra un retrato hecho por su sillero).
Y por eso la humanidad nunca se ha enterado del cuarto Rey Mago – qué p..tada. Bueno, majestad, permítanos que pasemos a la actualidad. ¿Cómo ha cambiado La Palma desde la marcha de su padre?
Bueno... antes éramos 12 menceyatos, ahora hay 14. Y a los menceyes los llaman alcaldes. Y hay un Mencey que llaman “presidente del Cabildo”. Algo muy raro, muy raro. ¡Me impresionó el túnel de la cumbre! A mi descendiente Tanausú le hubiese encantado cruzar al otro lado por ahí sin tener que andar saltando con la lanza de risco en risco. Antes corríamos mucho por necesidad. Ahora, al parecer, suben a la cumbre y bajan por gusto, creo que lo llaman la Transvulcania. La verdad es que no los comprendo. Yo prefería los nombres antiguos de la isla: Benahoare, Aceró, Tenisca, Talgalguén, en fin, cállome.
Y el futuro, ¿cómo lo ve, qué cambiaría?
No sé. Creo que tienen que recuperar el Zurrón del gofio, el amor a la tierra, el frangollo, los cantos salvajes con tambor, la alegría de vivir, el plantar un boniato, una papa... Creo que tienen demasiados aparatos que no sirven sino para complicar la vida y perder tiempo de vivirla. No paro de preguntarme pa’ qué sirve eso. También se ha perdido el culto a los antepasados, al sol y hacer cosas productivas. Parecen creer saberlo todo. Pero yo los veo muy perdidos, eh. Esos guanajos tienen de todo pero están dejando pasar su vida entera dejándose los ojos en una pantalla que hace ruido y les cabe en una mano. ¿Tú no crees que eso es demasiado poco para perder días enteros ahí? ¡Y más viviendo en Canarias! ¡No hombre no! ¡Están perdidos y perdidas!
Aunque su nombre y su historia no están reflejados en los escritos, y por lo tanto no se celebran, sus amigos en La Palma sí le han hecho un monumento de memoria en la Caldera de Taburiente – aparte de homenajearle con la Medalla de «Tardón del Año 0». ¿Eso le consuela un poco?
Bueno, dejando aparte la falta ortográfica al darle mi nombre a la piedra esa, que, por cierto, el significado de ese “dedo” es: “faltaba uno”, yo ya no me quejo ni me ofendo. Uno se acostumbra con los siglos, sabes. Y tampoco me quedaba otra que aceptar mi título y mi papel de “tardón”. En fin.