Por Carlos Pais Lorenzo · Desde lo más alto de nuestras montañas, hasta los riscos que caen vertiginosamente al mar para hacer que el Océano Atlántico abrace por completo a nuestra Isla, antaño fue un lugar libre, natural, un gran vergel de vida, vegetación, agua y animales; sin dueños ni fronteras, hasta que por supuesto, llego el ser humano, que habitó, transformó e hizo de una tierra y una mar virgen y pura, lo que siempre a lo largo de la historia todo hombre o mujer acaba haciendo con lo que se va encontrando en su camino... propiedades, capitales, fortunas, esclavos, recursos... para explicarme mejor lo contaré de otra manera...

De Roque Palmero hasta Pinos Gachos, de Taburiente al Bejenao, desde La Punta de Los Roques hasta Hoyo Verde, incluso a sitios más remotos y lejanos, llevan caminos que fueron ya andados por muchos de nuestros antepasados. Nos los dejaron muy bien marcados y, claro, ahora ya podemos celebrar nuestros campeonatos, pero no veo a gente como los de antaño con sus preciosos y hermosos rebaños, y a nuestros hijos se les ocultan nuestros rasgos, con nuevas creencias que nos obligaron a mantener las nuestras escondidas, en cuevas y barrancos. Todo lo que tienen se lo han robado desde que llegaron, llevando espadas y cruces en sus manos. A cada pueblo, isla o continente al que van llegando, lo atan, lo matan o convierten en esclavos...

Y entonces, el agua que corría libre; entonces, el árbol que crecía libre; entonces, los aborígenes, los pueblos que crecían libres... hoy, tristemente son de algún... terrateniente, nación, empresa... Y así nos va, sin tierra para sembrar, si para construir complejos turísticos, sin agua para cultivar, regar, vivir, pero si para piscinas, parques acuáticos, campos de golf o grandes empresas. Sin la pureza de nuestra idiosincrasia, pero si con todo lo que nos traen desde fuera.
¿Así quieres ver Nuestra Tierra?... ¿a tus hijos e hijas en Nuestra Tierra?, ¿olvidando sus antepasados, sus costumbres y creencias?...y lo rica y maravillosa que fue una vez su tierra...

Cuida, enseña y no olvides las raíces, y si el progreso llega y se lleva con respeto y paciencia, quizás aún algo de aquella tierra pura y virgen, quizás aún, podamos preservar algo de ella.