Me dicen que los plátanos canarios se están vendiendo en máquinas expendedoras, es decir, pones unas monedas, marcas un número y te salen plátanos, lo cual me parece bien, tal vez porque comprendo que nuestros plátanos pueden sufrir el acuerdo comercial con el Ecuador y perder mercado. Tal vez no podamos competir en precios, pero si en calidad, y últimamente había estado comprando plátanos con unas manchas marrones y que pasaban del verde a blandengue de súbito. Eso me preocupaba, pero al parecer están enmendando el tema, pues la última semana ya compré plátanos como los de antes, calidad y sabor, y con eso si podemos competir. No sé porque todo esto de las maquinitas tan frikis me recuerda aquel ministro franquista que después de un viento sur que derribo todas las plataneras recomendó a los cosecheros que utilizaran la madera de las matas para hacer muebles. En tiempos de furor por el magnesio y el potasio los médicos deberían recetar plátanos, bueno para el corazón y los músculos, en casa nunca faltan, me refiero a los plátanos, que de músculos no andamos muy sobrados, y es que hoy el consumo de plátanos palmeros se ha convertido en un acto patriótico.