Somos viejos, vimos llegar los primeros coches, la luz eléctrica, la radio, la televisión, el primer teléfono, uno sólo en el pueblo que estaba en Correos, luego los ordenadores, la epidemia de los móviles que no tiene vacuna, y siendo de esa generación preanalógica de repente me sumergen en un océano digital, una pesadilla burocrática que ya no tiene salida, todo digitalizado, la banca, la medicina, la enseñanza, la administración, y el océano cada vez es más profundo. Leo por ahí que hay ya unos drones que controlan la alcoholemia de los conductores, aunque sean de esos pilotos suicidas que circulan en nuestra isla a doscientos y ahora no tendrán escapatoria, al dron no se le escapa nada, con lo cual nuestro folklore perderá a unos de sus más emblemáticos sujetos. Pronto el dron hablará,
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